29 de junio de 2008

Google, Premio Príncipe de Asturias

Hace pocos días supe que Google había ganado el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2008. Mi primera impresión fue de discrepancia y contrariedad, pero poco a poco, he ido matizando esa sensación, transformándola en una rara mezcla de sentimientos encontrados. En su fallo, el jurado argumentó otorgar el galardón a Google "por poner de forma instantánea y selectiva al alcance de millones de personas el canal de Internet y por favorecer el acceso generalizado al conocimiento", destacando, además, su "contribución decisiva al progreso de los pueblos, por encima de fronteras ideológicas, económicas, lingüísticas o raciales" —argumento, éste último, que me parece bastante discutible. Ni a un escritor, ni a un periodista, ni a una publicación, ni a una organización humanitaria; la distinción fue para una empresa, para una compañía tecnológica que es el emporio de la red más cotizado del mundo, y que, si bien es cierto ha revolucionado nuestra forma de vivir, al crear una herramienta y el algoritmo más potente del mundo para relacionar la información, como tal, no es más que una máquina, que ni siente, ni piensa. Google es un sofisticado aparato que organiza y clasifica la información automáticamente, según criterios preestablecidos, y hace en segundos el trabajo que un investigador haría en días, o quizá meses. Ahora, la pregunta de siempre ¿puede la máquina sustituir al hombre? ¿lo hace mejor?

Como usuario habitual convencido de sus virtudes, pienso que Google es el mejor de todos los buscadores, y que, junto a sus servicios complementarios, permite a millones de personas comunicarse y acceder a un universo de datos y conocimientos en casi todos los idiomas, y de forma gratuita. Sin duda, Google representa el mejor ejemplo de la globalización positiva y es el instrumento que más ha expandido y democratizado la información de todos los tiempos. Pero, con todo, no deja de sorprenderme que se le haya otorgado el Premio Príncipe de Asturias. La primera pregunta que me hago, es ¿se lo merece? y, la segunda, ¿a quién se le da el premio, a la empresa, o a los desarrolladores de la herramienta, que seguro tienen nombre y apellido?

Indudablemente, Google nos da la posibilidad de mejorar en todos los aspectos, pero no hay que olvidar que es, ante todo, una empresa, un monopolio. Y aquí conviene recordar que en su momento, Google, por intereses económicos, cedió a la presión del gobierno chino para que en ese país los resultados que ofrece el buscador estén convenientemente filtrados. También, en otros lugares, han retirado resultados de ciertas búsquedas debido a presiones de personas, entidades o empresas que no estaban de acuerdo con ellos.

Para terminar, una cosa más. Pienso que en esta ocasión se evidenció la ambigüedad enunciada desde el mismo título del premio, pues mezcla dos cosas bastante diferentes: “Comunicación y Humanidades”. Quizá en lo referente a la comunicación, Google sí merezca la distinción, pero en lo correspondiente a humanidades, considero que definitivamente se deberían reconocer otras iniciativas más altruistas y más personales. Eso, por no comentar lo ridículo de darle un premio de 50,000 euros al monopolio Google. En fin, como en todos los premios, la polémica esta servida.

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