[Cuando me pierdo encuentro el camino]
“…el arte es una aventura hacia un mundo desconocido que sólo pueden explorar quienes estén dispuestos a correr el riesgo”
M. Rothko
Si bien mi pasión por pintar se ha vuelto menos compulsiva últimamente, no me imagino desempeñando otra actividad que no sea precisamente esa. La pintura siempre ha estado cerca de mí, ya sea como promesa, como necesidad o como forma de vida. Convivo con ella desde la adolescencia y me sería difícil dejarla, aunque por momentos me canse o pierda motivación. La pintura vive tiempos difíciles, de desprecio, de desconcierto y manipulación, sin embargo, no sé porqué, creo que se avecina un retorno a lo pictórico, aunque incorporando otros soportes, tanto en espacios formales como alternativos.
Existen muchas razones por las que un pintor insiste en su camino. Y si bien es cierto que la pintura abstracta ya no es una tendencia joven, para mi continúa vigente, siendo quizá la única opción que tengo de seguir activo. Practico el abstraccionismo por vocación, porque no me interesa otra forma de contrarrestar una realidad externa que cada día me agobia más. Por eso mi pintura es abierta, exploratoria, más bien lírica que racional; irónica, irreverente y desprejuiciada. No quiero caer en tontas “actitudes heroicas”, de rescate —ridículo tan sólo planteárselo—, pero sí debo reconocer que la continuidad de mi trabajo conlleva un alto riesgo, dado el amor con el que lo hago desde hace varios años. Así que seguiré pintando, aún en tiempos de desdén por la pintura. Pero creo en la urgencia de cambiar, de buscar sin descanso otros caminos. Me va la vida de por medio, y no creo que exagere. Desde siempre he pintado como un acto vital de libertad, y no quiero perderla. Continuar es, además, un desesperado esfuerzo de supervivencia.
Por lo dicho no parece, pero hago todo lo posible por quitarme de problemas, por conservar una “actitud despreocupada”, al margen de conceptos, teorías y demás visiones paralizantes. Procuro, sobre todo, encauzarme por los sentimientos, el retorno a la naturaleza y la consideración de lo humano.
Para mi forma de pintar no siempre es una ventaja saber. La experiencia me enseñado que para descubrir algo nuevo hace falta ignorar lo aprendido, renunciar a la seguridad que da lo que se cree dominar. Esta osadía que se tiene cuando se es joven, con los años se va perdiendo y empezamos a actuar por inercia, por automatismos, reflejos y convicciones adquiridas que dejan de ser útiles. Es entonces cuando se impone un cambio drástico de rumbo, una nueva estrategia para enfrentar los problemas de otra manera. Creo que la flexibilidad y la espontaneidad son tanto o más importantes que los conocimientos adquiridos.
Para mi forma de pintar no siempre es una ventaja saber. La experiencia me enseñado que para descubrir algo nuevo hace falta ignorar lo aprendido, renunciar a la seguridad que da lo que se cree dominar. Esta osadía que se tiene cuando se es joven, con los años se va perdiendo y empezamos a actuar por inercia, por automatismos, reflejos y convicciones adquiridas que dejan de ser útiles. Es entonces cuando se impone un cambio drástico de rumbo, una nueva estrategia para enfrentar los problemas de otra manera. Creo que la flexibilidad y la espontaneidad son tanto o más importantes que los conocimientos adquiridos.
Desde siempre mi pintura ha sido una especie de juego confuso y analógico al que después de terminar debo buscarle laboriosamente una explicación. Reconozco que esta urgencia por aclarar es más bien una labor complementaria, quizá neurótica y no propiamente artística, pues pienso que mientras más se entiende y controla el proceso creativo, más se corre el riesgo de olvidar lo esencial. Explicar mi trabajo me parece una necedad, una necesidad intelectual o científica más que artística. Cuando mejor me salen las cosas es cuando me siento perdido, cuando viajo sin mapa y voy despistado. Esto lo acabe de aprender con Mapa de ensayos, donde rompí con el agobiante rigor de toda serie y emprendí una aventura más despreocupada, ligera de conceptos, prejuicios y dogmatismos. Sin duda, fue una sana toma de distancia, reanimante y liberadora.
No siempre es necesario tener las cosas claras. Se puede existir sin comprender, y pintar requiere ser lo bastante ingenuo y valiente como para no tener definido un destino y aceptar sin reservas ni coartadas el desconcierto, la desazón y el vértigo que produce andar a la deriva. En vez de buscar explicaciones, fórmulas, conceptos o exorcismos que suavicen el horror al vacío y el miedo a lo desconocido, una buena actitud es aquélla que se alimenta de la confusión misma. Para pintar debemos aproximar lo que sabemos con lo que sentimos, tomar riesgos, cambiar de dirección, navegar sin timón, perdernos, tener la osadía de querer ver más allá. Pero sobre todo, estar siempre dispuesto a empezar, empezar y volver a empezar. Así es como se consiguen los valiosísimos hallazgos, imágenes simplificadas, claras y precisas con las que más nos identificamos. De aquí el título Hallazgos a la deriva que he escogido para esta serie.
- Texto original, publicado en el catálogo de la exposición "Hallazgos a la deriva”, 2006, México.
- Ver imágenes en jordiboldo.com en el apartado de Galerías / Hallazgos a la deriva.
Yes!!
ResponderEliminarAsí se habla Jordi. Eso es lo que necesita el arte, gente que se trasciende de la opinión general y la moda, y que responde a sus propias necesidades. Esa es la honestidad que requerimos para que la pintura salga intacta de este revés (revecito).