26 de mayo de 2008

Jordi Boldó, de pasión la llama aún

[Sobre la serie Enigmas]
Por Luis Carlos Émerich
Novedades, 14 de junio de 1991

La ausencia de figuras reconocibles en la pintura informalista implica la presencia del espíritu solo y sus formas de asentarse.

Tendencialmente, la obra pictórica de Jordi Boldó no tiene pierde; es una opción personal dentro de la tradición informalista catalana que sólo le ha faltado el respeto al orden de la naturaleza, para hacerse de sugerencias fantásticas esencializadas del surrealismo, en pos de una poética visual capaz de encontrar equivalencias espirituales en la materia y el espacio de la pintura. Su opción personal proviene de la fuente figurativa que no bastó para abarcar la intensidad de la sensación abstracta, de la vivienda real que trasciende la anécdota, el motivo, el lugar y el tiempo, para volcarse en una forma de memoria, en un objeto, en una pintura a la que le salen sobrando las “palabras”. Esta poética visual, probablemente romántica, nace de la comunicación directa de la mano con las sensaciones del color, su trazo y su orden en un espacio originalmente vacío, mudo. Esto no quiere decir que no se apliquen rigores cromáticos y compositivos. De hecho, la asimilación consciente de las normas pictóricas permite la destreza para que todo esto no sea un mero batirete. El logro de una intención formal precisa depende de la concentración y concertación convincente de los elementos. De esto resulta a veces algo inexplicablemente bello, cuando es el orden y no el caos el que domina tal concertación. Sin embargo, ¿en qué medida o por qué principios sabe uno que la intención cuajó?. Ese es el chiste de la comunicación. Cada cuadro o tema tratado en varios, propone una lógica de lenguaje, o como dirían los sesudos, un discurso o línea interna de que depende su congruencia.


Chole

Muchos dicen que ya chole con el informalismo, que ya dijo todo y que lo demás es mero pastiche oportunista incapaz de concretarse a la realidad. Pero desde el momento en que por definición, el estilo es por sí mismo una realidad, entonces en su nombre se pueden seguir explorando inquietudes personales al respecto. ¿Qué tiene Boldó qué decir que no se confunda con el montón de informalistas mexicanos? Y ¿Por qué esa terquedad cuando la moda es la neofiguración, el neoconceptualismo y otros neos y refritos?. Tal vez, precisamente el rigor que se traduce a seriedad, a hecho genuino, que hace que sus cuadros sean veraces. Su destreza salta a la vista. Boldó es “económico”; hace pocas manchas muy masivas y matizadas y las hace girar como una galaxia aleatoria respecto a un núcleo que, se diría, es una contrapartida al hoyo negro cósmico, un vacío preñado, de algún modo “humano”, donde muchos quisieran adivinar alguna forma o figura reconocible, desde un ojo amorfo, una cama un espacio “muelle”, un centro de emanaciones respecto al cual gravitan materias desprendidas de él. Aquí hay sensaciones atmosféricas, un clima de apariencia agreste, muy fuerte, que se resuelve en una dinámica armónica. El movimiento de manchas es imparable, sin fin, y aún así, agrada, porque a veces una raya furtiva, la inminencia de una figura quizás, hace intuir algún signo o señal como referencia mínima a una forma de escritura primitiva, un intento tal vez perdido de comunicación instintiva, de alguna manera erótica.

Todo lo mencionado podría ser lugar común de esta tendencia; es decir, previsualizado. Así que la distinción individual de la pintura de Boldó habrá que ampliarla al “tipo” de sensaciones que produce en el espectador, también individual. O sea que esas composiciones “anulares” tengan un campito emocional para asociarlo con la propia experiencia bajo el estímulo de su colorido. Muy pocos tonos, calientes matizados, juegan al contraste con fríos fuertes, con transiciones de mezclas que mantienen un buen nivel dramático o vivaz. Sobre todo, cuando el trazo se sintetiza y flota sobre el blanco vacío de la tela. El espacio permite ver el esqueleto gestual y su gracia, así como la contención equilibrada de los elementos en juego. Así que cada quien.


En realidad

En realidad, hay pintura a la cual le salen sobrando las palabras que uno pueda proyectar por su provocación. Boldó es un pintor “bien hecho”, muy consciente del nivel necesario de su expresión. Su buena factura no sólo significa sobriedad a veces, estallido otras, sino un gran rigor que persigue su propio “discurso”, desarrollarlo de un cuadro a otro, que como el de todo buen buscador, implica experimentación, ganas de descubrir sus posibilidades futuras y, sobre todo, descubrirse como pintor sin importar los caminos que haya que recorrer. Al decir que es informalista, no se intenta meterlo en una corriente para poder encuadrarlo bajo sus leyes, sino que la naturaleza de su lenguaje ha optado por la libertad de serse fiel a sí mismo, esto último quizás asimilado de la influencia maestra de Vicente Rojo y la identificación con sus admiraciones plásticas y conceptuales, que una vez lo guiaron por la disciplina del diseño gráfico, que sigue ejerciendo. Sin embargo, y quizás contradictoriamente, no es la obra plástica de Rojo un tip para su contemplación, sino el escape de la meticulosidad apasionada de éste, para dejar salir vivita y coleando la pasión más pura y fresca, dándole otro norte a su sensibilidad


Los enigmas de Jordi Boldó
Por Antonio Espinoza
El Nacional, 26 de mayo de 1991

Hace unas semanas, Jordi Boldó me preguntó, un tanto preocupado, por el futuro de la pintura abstracta en México. Le contesté que la pintura abstracta pasaba por un buen momento y que su futuro dependía de que nuestros pintores, sobre todo los jóvenes, siguieran trabajando, produciendo y renovándose. A últimas fechas, hemos podido ver pintura abstracta de primer nivel en museos y galerías, ya sea en exposiciones individuales con artistas de esa tendencia o en colectivas que la incluyen, siempre en forma afortunada. Y no se crea que pienso solamente en la nueva serie pictórica de Vicente Rojo, Escenarios, que ha venido a demostrar que este artista siempre tiene algo que ofrecer; pienso también en pintores jóvenes como Ana Checchi, cuya muestra más reciente en la Galería Pecanins (Sobre papel) vino a confimar su calidad. Y, desde luego, pienso en la obra de Jordi, que ahora podemos ver en esta misma galería después de haberse presentado entre marzo y abril en el Museo de Arte de Querétaro. Jordi, no te preocupes, la pintura abstracta goza de buena salud... al menos por ahora.

Los cuadros de Jordi nos indican que es un pintor abstracto influido notablemente por Paul Klee. Más que de los grandes maestros del arte abstracto (Kandinsky, Malevitch y Mondrian), la obra de Jordi acusa la influencia, sumamente positiva de Klee el gran pintor suizo-alemán. A Jordi, Klee le dio el lenguaje plástico para expresarse, el mismo que ha sabido asimilar y enriquecer para crear su obra. Asimismo, le reveló que el arte pictórico no consiste en representar la naturaleza sino en estudiar y experimentar con los elementos pictóricos (formas, colores, ritmos, etcétera); le enseñó, en suma, que el arte no reproduce le visible sino que hace visible, como escribió el maestro en su Credo creativo de 1920. ¿Y qué hace visible el arte? El mundo interior del artista. Jordi ha aprendido bien la lección: el arte debe excluir todo naturalismo y dedicarse a revelar lo que está oculto, penetrar la intimidad y descubrir el misterio de las cosas.

La obra de Jordi se parece muy poco a la de nuestros grandes pintores abstractos (pienso principalmente en Manuel Felguérez, Vicente Rojo y la difunta Lilia Carrillo) y la verdad es que tampoco se parece a la de los pintores más o menos de su edad, ni mucho menos a la de los más jóvenes. Desde mi punto de vista, la obra de Jordi guarda ciertas analogías con la de algunos pintores catalanes que podemos ver en la exposición Constantes del arte catalán actual en el Museo Tamayo, como Albert Rafols Casamada y Josep Guinovart). Pienso, sin embargo, que más allá de las influencias y las deudas que la obra de este pintor pueda tener, ésta es ya inconfundible porque tiene algo muy importante para cualquier artista: la impronta de su autor.

Jordi empezó siendo figurativo, pero su proceso creativo le ha conducido a la abstracción. A fuerza de abstraer, la realidad ha ido desapareciendo de sus cuadros, pero no ha querido irse por completo: la sugerencia de la imagen, en gran medida, ha permanecido. En efecto, en varios de los cuadros abstractos de este pintor se insinúan y adivinan formas claramente figurativas; en esos cuadros, las figuras se quedaron, no se quisieron ir, pero hay que adivinar qué son y dónde se encuentran. En este aspecto, la obra de Jordi se parece un poco a la de la pintora brasileña María Helena Leal Lucas (n. 1947), en cuyos cuadros abstractos, con cierto aire amazónico, se pueden notar también ciertas formas e imágenes que se refieren a la realidad.

Sin embargo, entre la discípula de Di Cavalcanti y el seguidor de Klee hay diferencias radicales tanto en concepto como en factura.

La imaginación y la invención de Jordi se concentran en la mecánica pictórica y la disposición de formas, colores y texturas. El resultado son telas tan atractivas que a cualquier espectador podrían gustarle pero también le harían rascarse la cabeza. Esto lo digo porque, para mí, la pintura de Jordi no sólo busca enfatizar el valor de la pintura (materia, color, estructura, composición) y su predominio sobre la imagen, sino que también pretende "dialogar" con el espectador para hacerlo partícipe del proceso creativo. Los cuadros de Jordi, que combinan dibujo y color en un equilibrio notable, son como grandes preguntas, como grandes enigmas que ha creado y que no ha podido resolver por ahora (¿o será que está esperando nuestra ayuda?), pues el tiempo apenas le alcanza para pintar (para crear nuevos enigmas) y para desarrollar sus otras actividades.

Jordi Boldó nació el 30 de diciembre de 1949 en Barcelona, España. Tiene en su haber una larga y sólida trayectoria como diseñador y editor, y lleva ya varios años pintando. Amante de la pintura española y admirador de Paul Klee, de Vicente Rojo y de Francisco Toledo, Jordi ha tomado muy en serio su oficio de pintor (confiesa vivir un "momento pasional" con la pintura) y, desde 1977, ha participado en varias exposiciones colectivas. El año pasado ganó el primer lugar del concurso Plástica Contemporánea de Querétaro con su obra "Sorpresa" y el pasado 21 de mayo se inauguro en la Galería Pecanins su undécima exposición individual que, con el simple titulo de Enigmas, abarca una buena parte de la obra que se exhibió hace poco en el Museo de Arte de Querétaro. Sin duda alguna, ésta es una buena oportunidad para conocer más la obra de este hombre nacido en España, nacionalizado mexicano y radicado en Querétaro, que ha decidido ser pintor y aborda su oficio con toda la pasión y la seriedad que necesita tal empresa.
  • Texto original publicado en el catálogo de exposición "Enigmas", Galería Pecanins, Ciudad de México 1991.
  • Ver imágenes en jordiboldo.com en el apartado Galerías / Enigmas.

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