Vivo en Querétaro, lugar que quiero y conozco hace veinticinco años. Aquí eché raíces. Tengo la fortuna de poder dedicarme a lo que me gusta, gracias a su calidad de vida, a la disponibilidad de tiempo libre y al natural aburrimiento de la vida provinciana. Paulatina y felizmente, me he ido adaptando a esta ciudad —la capital del bostezo, como le llama mi hermano. Cada mañana, despierto con el canto de los pájaros, llamo a mis perros para que se echen a mi lado, y me pongo a trabajar con entusiasmo. Sin embargo, no quisiera quedarme encerrado en la comodidad de mi casa-taller, insensible a todo lo que me rodea. Por eso, siempre busco hacer cosas nuevas.
Tengo la certeza de que casi todo lo que se empieza, tarde o temprano, termina en fracaso. Sin embargo, sigo creyendo que cualquier actividad que emprendamos se debe de asumir desde la emoción y con absoluta entrega. Empecé a pintar apasionadamente a mediados de los años setenta, en tiempos de exuberancia pictórica, y podría afirmar que he logrado, con más o menos fortuna, hacer una carrera de pintor. Digo esto sin ninguna pretensión, pues sinceramente, siempre he tenido serias dudas acerca del valor de mi trabajo, y sé que finalmente, ningún nivel de reconocimiento va a despejarlas. Pero iba yo a otro asunto. Quería decir que las cosas cambian demasiado rápido, que nada permanece, que los sueños de futuro se desvanecen muy pronto, y que sin darnos cuenta, la realidad acaba convirtiendo en obsoleto casi todo. Hoy, después de algunos años, me encuentro con la sensación de que practicar en nuestros días la pintura, parece ser, no sólo una vocación anticuada, sino incluso, reaccionaria.
La pintura siempre ha estado cerca de mí, como promesa, como necesidad o como forma de vida, y si bien mi pasión por ella ha disminuido, no pienso abandonarla. Seguiré pintando, pero siento la urgente necesidad de buscar otros caminos. Por eso, ahora dedico un poco más de tiempo a leer y a escribir, sin pretensión literaria, pero sí con responsabilidad. Tampoco es algo totalmente nuevo para mí, desde siempre me he movido entre la pintura y las palabras.
Hace pocos meses, empecé un blog, una especie de caprichosa burbuja de egolatría, pero también una nueva posibilidad de acercarme a los demás. Le dedico mucho tiempo, en parte, por ociosidad, y en parte, porque me mantiene al tanto de infinidad de cosas que están pasando a mi alrededor y que antes ignoraba. Es muy fácil comenzar un blog, sin embargo demanda demasiado esfuerzo actualizarlo. Quien tenga uno, sabe lo que estoy diciendo. Hace poco también, logré hurtar a la prensa de mi ciudad un espacio donde publicar mis crónicas dispersas y experimentales. Procuraré, pues, aprovechar estos medios y expresarme con libertad e ironía crítica, y hasta donde me sea posible, endulzar mis muchas veces incómodas opiniones, producto de mi habitual mal humor.
Tengo la certeza de que casi todo lo que se empieza, tarde o temprano, termina en fracaso. Sin embargo, sigo creyendo que cualquier actividad que emprendamos se debe de asumir desde la emoción y con absoluta entrega. Empecé a pintar apasionadamente a mediados de los años setenta, en tiempos de exuberancia pictórica, y podría afirmar que he logrado, con más o menos fortuna, hacer una carrera de pintor. Digo esto sin ninguna pretensión, pues sinceramente, siempre he tenido serias dudas acerca del valor de mi trabajo, y sé que finalmente, ningún nivel de reconocimiento va a despejarlas. Pero iba yo a otro asunto. Quería decir que las cosas cambian demasiado rápido, que nada permanece, que los sueños de futuro se desvanecen muy pronto, y que sin darnos cuenta, la realidad acaba convirtiendo en obsoleto casi todo. Hoy, después de algunos años, me encuentro con la sensación de que practicar en nuestros días la pintura, parece ser, no sólo una vocación anticuada, sino incluso, reaccionaria.
La pintura siempre ha estado cerca de mí, como promesa, como necesidad o como forma de vida, y si bien mi pasión por ella ha disminuido, no pienso abandonarla. Seguiré pintando, pero siento la urgente necesidad de buscar otros caminos. Por eso, ahora dedico un poco más de tiempo a leer y a escribir, sin pretensión literaria, pero sí con responsabilidad. Tampoco es algo totalmente nuevo para mí, desde siempre me he movido entre la pintura y las palabras.
Hace pocos meses, empecé un blog, una especie de caprichosa burbuja de egolatría, pero también una nueva posibilidad de acercarme a los demás. Le dedico mucho tiempo, en parte, por ociosidad, y en parte, porque me mantiene al tanto de infinidad de cosas que están pasando a mi alrededor y que antes ignoraba. Es muy fácil comenzar un blog, sin embargo demanda demasiado esfuerzo actualizarlo. Quien tenga uno, sabe lo que estoy diciendo. Hace poco también, logré hurtar a la prensa de mi ciudad un espacio donde publicar mis crónicas dispersas y experimentales. Procuraré, pues, aprovechar estos medios y expresarme con libertad e ironía crítica, y hasta donde me sea posible, endulzar mis muchas veces incómodas opiniones, producto de mi habitual mal humor.
Hola Jordi,
ResponderEliminarPasando por tu blog, siempre es grato leer algo de arte despues del bullicio de alla afuera.
Yo fui alumna tuya, compañera de Esmeralda :).
Un gran saludo
Verónica