10 de julio de 2008

De premios y de banderas

Si se pusiera de moda dejar de hablar de tanta tontería ¡Que maravilla! Ojalá algún día pudiéramos vivir sin escuchar tanta banalidad, y no tener que darle vueltas a cosas que sólo enturbian nuestro pensamiento —de por sí bastante oscuro. Una palabrería hueca nos machaca todos los días desde los medios comunicación que nos apabullan con una avalancha de intrascendentes y mal intencionadas noticias. Nos manipulan con historias anodinas y nosotros lo permitimos, ahondando nuestras limitaciones intelectuales. Nadie protesta, ni dice nada, nos toman el pelo y ni cuenta nos damos. Vivimos en una estupidez colectiva, en una ligereza del pensamiento e incomunicación cada vez mayor. Repetimos y comentamos irreflexivamente una enorme cantidad de vulgaridades originadas en la prensa y la televisión, que sirve únicamente a intereses mercenarios. Todo es relativo y vacío, y se ha instaurado un nebuloso relajamiento social que tolera dócilmente la divulgación y la promoción de los más ordinarios acontecimientos, con una indolencia, una apatía y una indiferencia que rayan en la más absoluta irresponsabilidad.

Y todo lo anterior —para que vean que soy exagerado—, sólo para decir que me parece ridículo el espacio que le dedicaron los medios nacionales a la noticia de que la bandera mexicana “arrasó” en el concurso La bandera más bonita del mundo, evento promovido por un periódico español. Casi un millón de mexicanos visitó su portal de Internet y votó por nuestro lábaro patrio. Hoy, muchos se alegran y enorgullecen de tan especial distinción. Hace muchos años, ya ganamos un certamen similar por la belleza de nuestro himno nacional, quedando únicamente por detrás de “La marsellesa”. En otros concursos que se están realizando ahora mismo, como ¿De qué país es la Miss más guapa?, Miss México va en primer lugar —por amplio margen—, y en ¿Cuál es el mejor plato típico del mundo? van ganando los tacos. En muchos otros concursos también destacamos, pero de esos temas, hoy mejor no hablamos, para qué pasar de la vergüenza y la ironía, a la preocupación.

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