Hay opuestos que no son verdaderos, que sólo son contrarios aparentes, o mejor dicho, relativos. Por ejemplo, arriba y abajo, derecha e izquierda, cerca y lejos, frio y caliente. Tampoco el blanco y el negro son opuestos; podríamos decir que ambos son tonos de gris. Al gris más claro posible lo llamamos blanco y al más oscuro, negro.
El origen de discurrir por medio de los contrarios se remonta en la historia al pensamiento griego. La dialéctica es un término derivado de diálogo (título de mi anterior serie), y de entre sus significados el más conocido es el que se refiere a la lucha de los contrarios y a la síntesis de los opuestos. Para Hegel la dialéctica es “la naturaleza misma del pensamiento”. Según él, la realidad es dialéctica y en todas partes se ven tríadas de tésis, antítesis y síntesis. Esta última representa la unidad, y al mismo tiempo, la verdad.
En Oriente creen que en el Tao se anulan los contrarios, que nada es pequeño o grande, próximo o lejano, feliz o desdichado, que no hay luz ni tinieblas. Vuelvo a las preguntas: ¿cómo representar estas ideas? ¿cómo dibujarlas o pintarlas?
La pintura, como las demás artes, es una forma intuitiva y poética de conocimiento, siendo la creación la más depurada materialización del pensamiento. El arte enriquece nuestro modo de percibir la realidad, ya sea que nos hable de cuestiones objetivas o de fenómenos subjetivos.
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