
Hace tiempo entré —por decirlo así— en una especie de huelga pictórica y ya no creo volver a pintar con la misma pasión de antes. Incluso, podría dejar de pintar para siempre. Sin embargo, y para mi propio asombro, esto no es algo que me preocupe demasiado; hasta lo estoy disfrutando sin experimentar mayor nostalgia ni sentimientos de culpa. Es un alivio no tener que demostrar nada y sacudirse esa horrible presión de "estar obligado" a hacer lo que me gusta hacer. Me reconforta saber que muchos pintores, músicos y escritores ya pasaron por estas y tuvieron vidas mucho más largas y felices que sus propias carreras artísticas. Lo que ahora quiero es vivir tranquilo y vagar por ahí sin grandes preocupaciones. Pero eso sí, sin alejarme demasiado, porque me cansa mucho estar lejos de casa.