
Para mi no hay mejor forma de estar que haciendo mi trabajo. Pasar un día sin pintar, escribir, o hacer algo útil, es demasiado triste. No poder dedicarme a las cosas que me gustan es una verdadera tortura. Un fin de semana, no digamos unas vacaciones largas, sin ocuparme de lo mío, es tan aterrador como tener que despertar sin ducharse o sin tomar un café con leche. Mi taller es un santuario, un lugar donde ocurren cosas importantes y donde nada se estanca. Me siento bien cuando trabajo. Me gusta vivir concentrado y entregarme en cuerpo y alma a mis deberes, absorto en cualquier actividad que me mantenga en vilo, que me descubra en ella y me haga olvidarlo todo. Un trabajo hecho con atención y entrega es, por sí mismo, una gran recompensa, la mejor manera de escapar del infierno. Trabajar es encontrar la paz.