13 de agosto de 2009

La herencia de Manuel Naredo



En estos tiempos en los que el arte y la cultura se desarrollan de manera preocupante, inquieta ver como se posicionan algunos individuos de poca calidad, decididos a beneficiarse personalmente, y sin ningún escrúpulo, de los cambios que se avecinan. Al que le venga el saco, que se lo ponga.

Es cierto que se debe de mejorar la gestión artística y cultural en nuestro Estado, pero para lograrlo, antes que nada, habría que ampliar significativamente los recursos económicos del sector, propiciar una mayor autonomía del Instituto, y generar una participación más comprometida y responsable de todos los agentes que lo integran —artistas, directores y funcionarios en todos los niveles. Creo también que es importante no desbaratar lo que se ha hecho bien, así como darle una oportuna continuidad a los proyectos que lo ameriten.

Reconozco y valoro, en mucho, la más que sensata labor que Manuel Naredo ha realizado durante los últimos años por el arte y la cultura de Querétaro. Gracias a su honestidad, compromiso y capacidad, hoy tenemos, no solamente una ordenada estructura institucional, sino un ejemplo personal de gentileza y generosidad. Espero que la calidad y respetabilidad que él le ha dado al Instituto de Cultura, se conserven. Y que, ojalá, el más importante de sus propósitos —yo así lo considero—, se lleve a cabo con el mismo espíritu con que Naredo lo concibió: me refiero al propósito federal y estatal del Centro de las Artes de Querétaro, en el Antiguo Convento de Santa Rosa de Viterbo, proyecto extraordinario e imprescindible para nuestra comunidad, y que Manuel Naredo nos hereda.

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