Los perros reconocen fácilmente, no sólo el sexo y la edad de las personas, sino, también, su clase social. Un perro pobre no se enfada con un perro rico, pero si le irritan las personas más pobres que su amo.
Para pintar, pero sobre todo escribir, es necesario el silencio que nos conecta con nosotros mismos. También, sin palabras, con su simple presencia, se comunican los amantes verdaderos, que son quienes mejor saben —además— que las palabras más crueles suelen decirse en silencio.